miércoles, diciembre 14, 2011

Malas pulgas anónima

Esta mañana, como casi todas las mañanas, recorría las calles para ir a mi lugar de trabajo, siempre por el mismo itinerario, tan repetido, que aseguraría que mi coche, sería capaz de ir solo y se ha dado la circunstancia de que mucha gente pasaba por los otras veces, desiertos pasos de cebra.

Mientras escuchaba que Iñaki Urdangarín está indignado por haberse llevado solo 5 millones de eruracos y que Francisco Camps no ha usado nunca una tarjeta de crédito y por eso se ha comprado todos los trajes en efectivo y no tiene ticket, en uno de los últimos pasos de cebra, al lado del mercado de San Pascual, he dejado pasar a una señora con cara de malas pulgas, que me ha ladrado al hacerle un gesto con la cabeza, para que hiciese uso de su derecho a pasar por ese paso de cebra. Parsimoniósamente, ha caminado por ese interminable (para ella y para mí) paso de cebra y la mañana me ha parecido algo más oscura.

Ese sencillo gesto de la señora con cara de malas pulgas, ha hecho que las noticias de la mañana, hayan sido un poco más bellas...

martes, diciembre 13, 2011

Sonrisas anónimas

Esta mañana, como casi todas las mañanas, recorría las calles para ir a mi lugar de trabajo, siempre por el mismo itinerario, tan repetido, que aseguraría que mi coche, sería capaz de ir solo y se ha dado la circunstancia de que mucha gente pasaba por los otras veces, desiertos pasos de cebra.

Mientras escuchaba que la economía frunce el ceño y las agencias de rating, amenazan con quitarles las tres AAA a los franceses, en uno de los últimos pasos de cebra, al lado del mercado de San Pascual, he dejado pasar a una joven de aspecto eslavo que iba con su mp4, escuchando; probablemente; algo distinto a lo que escuchaba yo, pues al hacerle un gesto con la cabeza, para que hiciese uso de su derecho a pasar por ese paso de cebra, me ha echado una sonrisa; de agradecimiento por no atropellarla; absolutamente luminosa.

Ese sencillo gesto de la joven bielorrusa, ha hecho que las noticias de la mañana, hayan sido un poco más bellas...

miércoles, noviembre 30, 2011

kilómetros

Anoche leí lo que ponía el contador de agua de casa, pues hoy venían a apuntarlo los señores del agua, pero como no iba a estar, lo apunté. Ponía 39999.9. Agachado aún, abrí un poco el grifo del fregadero y enseguida se pusieron los dígitos en 40000.0, aunque apunté en el papel que la compañía suministradora pega en el portal, la cantidad más simpática de 39999.9

Recordé entonces uno de mis mayores complejos, que escondo como puedo y que hoy comparto en esta bitácora, casi olvidada: el complejo de los pocos kilómetros.

Este complejo (por supuesto, de inferioridad) me viene desde hace muchos años. Desde que compré un flamante Seat 127 en el año 1976.

Hablara con quien hablara desde ese día, hasta hoy, ese interlocutor siempre tiene más kilómetros que yo. No importa que cualquiera de mis vehículos a motor pueda llegar a tener 154628 kilómetros. Siempre aparecerá el ser supremo que tendrá muchos más kilómetros que yo y desde luego en menos tiempo.

Ese es otro factor importantísimo, el tiempo. El tiempo combinado con los kilómetros, hace que me suma en el lodo de la frustración, en el hazmerreír de propios y extraños que me preguntan ¿cuántos kilómetros tiene tu coche? y yo: casi 50.000 (aunque tenga unos 38500), ya (dicen) pero ¿cuántos años tiene tu coche? y yo: pues dos años y poco (aunque tenga dos años y mucho)... indefectiblemente, el interlocutor de turno me dirá ¿sooolooo? ante mi aparente "aquí no pasa nada" que me va taladrando el orgullo cuando empieza a glosar sus kilometreces: Ah, pues mi coche tiene seis meses y ya tengo 80 millones de años luz y me he ido a Valencia en 15 minutos y he vuelto y me he hecho otros 50 mil años luz... 

Ese es ya el factor determinante que hace que me sienta como un caracol, como un ser vil sin posibilidad de recorrer ni un metro en 4000 siglos: la velocidad con la que todo el mundo parece ir a todos lados: pues el fin de semana me fui a Logroño y tardé muy poco; treinta segundos desde Madrid... 

¡Coño, porque a Logroño no va nadie un puto miércoles, ni un puto puente, ni nunca! 

¡Vete a Cullera el puente de mayo, so mierda, a ver si tardas, cinco minutos! jajajaja... 

Eso sí, vas a hacer muy pocos kilómetros ¡¡¡pero se te van a hacer muy largos, listito de los kilometritos y del tiempito de los cojones!!!

martes, septiembre 06, 2011

Cangrejo de río

Oye, joder tío
Tengo menos personalidad
Que un cangrejo de río
En plena cautividad

¿Por qué digo esto?
A explicarlo voy
Me ha pasado hoy
Lo cuento presto

Quedé con una amiga
A comer en un local
Y hablando entre pan y miga
Llegamos a Social

Ni la estaba tocando (*)
Pues Análisis tenía
Pero bromeando
Alcé mi valentía

Y como un percebe
Mañana a las nueve
Me examino de Social
¡Regocijo general!

(*) Refiérome a Social, no a la amiga.

sábado, marzo 05, 2011

Objetos inanimadosdos

Cuando el otro día hablaba de esos calcetines o medias que desaparecen engullidos o enrollados o volatilizados sin más, no hacía mas que hurgar en alguna conexión sináptica de esas que casi no se usan, porque de ser utilizadas, lo eran en la época en que uno es niño, en la que todo parece posible, incluido el que los juguetes se muevan solos, mucho antes de que a nadie se le ocurriera filmar ese hecho en diversas Toy Storys.

Pero he aquí lo que hace unos cuantos días aconteció en la mesilla, sita junto a mi cama, pues de estar situada en la cocina, no sería una mesilla, sino otro enser, y que tiene que ver con extraños sucesos relacionados con objetos inanimados.

Resulta que en esa mesilla hay un despertador, que jubilado por las nuevas tecnologías (la alarma del móvil), dejó no solo de despertar, sino de dar la simple información de qué hora es, cuando se despierta uno y mira y ve que son las 5 menos 20 y encantado se da la vuelta y se queda uno dormidito y al que no he cambiado la pila desde hace mucho tiempo.

Hace unos cuantos días, quedé con unas amigas a desayunar y que me dieran mi regalo de cumpleaños. Solemos quedar para el cumple de cada uno de nosotros, con la particularidad de que dado que estas mujeres entran a las ocho y tenemos que hablar y desayunar y tal y pascual, pues el madrugón es de aúpa. Es un acto de amor que nos encanta hacer y que esta semana. volveremos a repetir.

La cosa (que me pierdo en disquisiciones) es que el otro día, al despertarme con el móvil, vi que el despertador, parado desde hace muchos meses, estaba funcionando y además a la hora que era. Le miré, me miró, me guiñó un ojo (o un agujo) y se paró, supongo que hasta la noche siguiente y la otra y la otra en la que se pondrá a funcionar tan feliz y parará un poco antes de mi despertar con la alarma del móvil y cuando vea que duermo, conectará una especie de bluetooth y se pondrá en hora, tan campante.

sábado, enero 29, 2011

Objetos inanimados...

Siempre me han interesado esas historias sobre objetos sin vida, con los que compartimos la nuestra, ya sea animada o desanimada, y que a veces, nos parece que no son tan inanimados como parecen

¿Quién no ha perdido o creído perder algo y según sean sus creencias, le reza a San Antonio Bendito o a San Cucufato (los cojones te ato, si no me lo encuentras, no te los desato) y uno de los dos santos, va y lo encuentra?

Y no me refiero a cosas minúsculas como un botón o una aguja, que parecen haber nacido o bien para la una, atarle y bien atarle en una prenda con vueltas y más vueltas de hilo o bien para en un descuido de la celosa aguja, desatarse el botón de la camisa de rayas y buscarse otra vida, más rodada y menos prieta y más libre.

Pero casi sin duda y si hubiese un "ranking" de estas cosas (que lo habrá), la prenda o la cosa inanimada que más se divorcia, que más se despareja, que más escapa sin decir "ahí te quedas" es; o mejor dicho; son los calcetines que se ponen a lavar.

Uno siempre está seguro al 100% de que al meter la ropa en la lavadora, iban las parejas de calcetines azules con azules, verdes con verdes, marrones con marrones, de Hello Kitty con Hello Kitty (por poner un ejemplo), pero al sacar la ropa ya lavada e ir a tenderla ¡sorpresa! falta un calcetín, nunca los dos, pues en ese caso, quizás no repararíamos en su pérdida, pero al haber solo uno, te pones a mirar dentro del tambor de la lavadora, das vueltas con la mano, no sea que se haya quedado enganchado o pegado (te sientes absurdo), recorres como un investigador una y otra vez el camino de ida y de vuelta de la lavadora al tendedero, pero nada, no vuelve a aparecer.

Es entonces cuando sopesas varias posibilidades; una: la lavadora es una calcetinofaga y al menor descuido, se lo zampa y eructa los huesos al siguiente centrifugado; otra: el calcetín, antes de ser introducido en la lavadora, se hace una especie de bicho bola y mientras vas a por el suavizante, rueda y rueda hasta la terraza y desde allí, camina sin parar, a la pata coja (no puede ser de otra manera) aprovechando tu descuido detergentil y se va a jugar a ser libre con el botón de la camisa de rayas, cuya falta (la de ambos) me ha convertido poco menos que en un pordiosero.

He puesto al otro calcetín en el sitio de los trapos sucios, lo merezca o no. Es la vida.